Cuento escrito,La ratita presumida.
LA RATITA PRESUMIDA
Versión 1
Había una vez, una rata muy laboriosa y
dedicada, cuya hija se pasaba todo el día de haragana jactándose frente
al espejo. “¡Qué bella soy!” repetía por el día, por las tardes y por
las noches.
Entonces sucedió que un buen día, la
mamá rata descubrió una pepita de oro mientras regresaba a casa. Al
momento, la rata imaginó cuántas cosas no podría comprar con aquella
pepita de oro tan brillante, pero lo más importante para ella, era su
propia hija, por lo que decidió regalársela sin dudarlo.
“No compres nada inútil, querida mía” le
advirtió la mamá a su hija cuando se disponía a marcharse. Al llegar al
mercado, la ratita presumida compró una cinta de color rojo y quedó
prendida al ver cómo lucía de hermosa en la punta de su cola. “Ahora
seré más bella aún” pensaba la ratita.
De regreso a casa, se topó con el señor
gallo, quien le propuso trabajar en su granja, pero la ratita contestó
rápidamente: “Lo siento querido gallo, no me gusta levantarme temprano”.
Más tarde, se encontró con un perro
cazador, quien estaba necesitado de una buena compañera de caza. “Lo
siento querido perro, pero no me gusta correr y andar agitada”, contestó
la pequeña y se despidió con un hasta luego.
Finalmente, salió al encuentro de la
ratita un gato gordo de bigotes enormes. “Hola, ratita ¿Quieres trabajar
conmigo? No tendrás que levantarte temprano ni correr”, le dijo el gato
acercándose lentamente. La ratita, tan alegre, le preguntó a qué se
dedicaba.
“A devorar holgazanas como tú” y se
abalanzó sobre la ratita en un santiamén. La suerte, es que el perro
cazador se encontraba cerca y espantó al gato de un mordisco. Entonces,
la ratita regresó a casa rápidamente a contarle a su mamá la importante
lección que había aprendido.
Versión 2
Había una vez una ratita muy haragana
que lo único que hacia durante el día era estirarse los bigotes y
permanecer sentada en el sol para solearse y tener un color bronceado.
Su madre era una rata muy honesta y siempre estaba trabajando para poder
complacer a su pequeña hija. En una ocasión cuando la rata regresaba
del trabajo vio que en el piso había algo que brillaba mucho, y
rápidamente se acercó para ver que era.
Fue tanta la emoción de la rata cuando
vio que su hallazgo era una moneda de oro que no podía dejar de pensar
en el sin fin de cosas que podía hacer con ella. Para la mamá rata lo
más importante de su vida era su pequeña hijita, por lo que decidió que
ella tuviese la moneda.
Al llegar a la casa le dijo:
– Toma mi ratita chiquita, esta moneda
de oro es un regalo para ti úsala bien y hazlo de forma tal que puedas
asegurar tu futuro.
Al ver la ratita presumida el regalo que
su madre le había hecho, no escucho ninguno de los consejos que ella le
dio y partió hacia el mercado con su moneda. Al llegar allí en vez de
invertir en un buen negocio y sacarle provecho a largo plazo, decidió
comprarse un hermoso y gran lazo rojo que coloco en su colita. Mientras
caminaba por el pueblo se decía a si misma:
– Soy una ratita muy elegante, con este gran lazo estoy segura de que muchos querrán hacer conmigo varios negocios.
Y en parte tenía razón pues es lacito
rojo llamaba la atención de todos y la veían como una ratita de alta
sociedad. Durante su camino se encontró a un gallo quien quedo
deslumbrando ante la ratita, y le dijo:
– Tienes la elegancia que necesito en mi granja, eres justo lo que buscaba. ¿Te interesaría trabajar conmigo?
Que alegría le causó a la ratita saber
que su plan estaba teniendo éxito pero como ella era muy perezosa al
instante le preguntó:
– En tu trabajo, ¿tengo que despertar muy temprano?
El gallo muy orgulloso de su trabajo, le
cuenta a la ratita en que consiste su trabajo en la granja y como son
las normas y las reglas que tiene que seguir para poder trabajar allí
donde una de ellas era levantarse temprano.
Al escuchar esto, se quedó
totalmente horrorizada y con cara de espanto le dijo:
– Si hay que madrugar, no cuentes conmigo. A mí me gusta dormir y descansar en las mañanas.
Un rato más tarde, se encontró en el
camino a un perro cazador quien al verla tan linda y elegante quiso que
fuese su compañera en los momentos de cacería ya que le haría compañía.
Cuando el perro le hizo la oferta, volvió a ponerse muy contenta, pero
una pregunta necesitó hacerle al perro cazador antes de aceptar:
– Si te acepto ¿tengo que correr a tu lado cada vez que vayas a perseguir a un conejo?
Al escuchar la respuesta positiva del perro, le dijo:
– Pues conmigo no cuentes, eso es muy agotador.- Y siguió su camino la ratita presumida.
Poco después se encontró a un gato
blanco, que era tan presumido como la ratita. Este tenía unos bigotes
muy largos y bien acomodados, y su estilo cautivó rápidamente a la
ratita. Al acercarse le contó sobre toda su situación y del tiempo que
llevaba buscando trabajo, y le preguntó que si él era capaz de ayudarla.
El gato rápidamente le respondió:
– Por supuesto que yo te ayudo, querida ratita, cuenta conmigo.
Ella entusiasmada y contenta porque ya
había logrado su primer objetivo necesito hacerle las mismas preguntas
que al gallo y al perro, pues si las condiciones eran las mismas no
aceptaba el trabajo.
– ¿Tiene usted un trabajo tan agotador como el del perro cazador?
– No que va, si yo soy de lo más sedentario, a mí lo que me gusta es que me acaricien, respondió el gato.
Como segunda pregunta le dijo:
– Para trabajar con usted ¿necesita que
me levante muy temprano?, es que ya hable con el gallo y por eso fue que
a esa opción la eliminé.
– No te preocupes, que si me despierto temprano me volteo y continúo mi siesta.
Muy contenta la ratita porque creyó de
que al fin había encontrado su trabajo ideal no se percataba cuáles eran
las verdaderas intenciones del gato blanco, y además era tanta la
emoción que no era capaz de ver como el gato se acercaba cada vez más
saboreándose los bigotes. A punto de dar el sí, a la ratita le surgió
una nueva duda:
– Las condiciones que impones son las
mejores, no hay que madrugar y no es un trabajo agotador, pero ¿qué es a
lo que realmente te dedicas? El gata que ya estaba casi encima de ella
para responderle se lanzó sobre la ratita y exclamó bien alto:
– ¡Yo cazo ratones y ratas como tú!
En este preciso instante se dio cuenta
que lo que en realidad quería el gato era comérsela, pero ya era muy
tarde para escapar porque el felino la había capturado con sus uñas. La
suerte de ratita era que el perro cazador había escuchado toda la
conversación y se lanzó sobre el gato causándole un inmenso susto.
Mientras la ratita regresaba a su casa
todo el mundo comentaba su historia y conversaban a sus espaldas. Su
madre la esperaba en la puerta, y a pesar de que estaba contenta porque
su hija no había sido devorada por el gato estaba molesta con la ratita y
le dijo:
– Ves ratita, si no hubieras sido tan
cómoda y presumida nada hubiese ocurrido. ¿Cuándo vas a lograr encaminar
tu vida y hacerte una ratita de bien?
La ratita presumida permaneció en silencio y no dijo nada, pues ya ella había aprendido la lección.
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