Cuento escrito,el gato con botas.
EL GATO CON BOTASVersión 1:
Érase una vez un viejo molinero que
tenía tres hijos. El molinero solo tenía tres posesiones para dejarles
cuando muriera: su molino, un asno y un gato. Estaba en su lecho de
muerte cuando llamó a sus hijos para hacer el reparto de su herencia.
–“Hijos míos, quiero dejarles lo poco
que tengo antes de morir”, les dijo. Al hijo mayor le tocó el molino,
que era el sustento de la familia. Al mediano le dejó al burro que se
encargaba de acarrear el grano y transportar la harina, mientras que al
más pequeño le dejó el gato que no hacía más que cazar ratones. Dicho
esto, el padre murió.
El
hijo más joven estaba triste e inconforme con la herencia que había
recibido. –“Yo soy el que peor ha salido ¿Para qué me puede servir este
gato?”, – pensaba en voz alta.
El gato que lo había escuchado, decidió
hacer todo lo que estuviese a su alcance para ayudar a su nuevo amo. –
“No te preocupes joven amo, si me das un bolso y un par de botas
podremos salir a recorrer el mundo y verás cuántas riquezas
conseguiremos juntos”.
El joven no tenía muchas esperanzas con
las promesas del gato, pero tampoco tenía nada que perder. Si se quedaba
en aquella casa moriría de hambre o tendría que depender de sus
hermanos, así que le dio lo que pedía y se fueron a recorrer el mundo.
Caminaron y caminaron durante días hasta
que llegaron a un reino lejano. El gato con botas había escuchado que
al rey de aquel país le gustaba comer perdices, pero como eran tan
escurridizas se hacían casi imposibles de conseguir. Mientras que el
joven amo descansaba bajo la sombra de un árbol, el gato abrió su bolsa,
esparció algunos granos que le quedaban sobre ella y se escondió a
esperar.
Llevaba un rato acechando cuando
aparecieron un grupo de perdices, que encontraron el grano y se fueron
metiendo una a una en el saco para comérselo. Cuando ya había
suficientes, el gato tiró de la cuerda que se encontraba oculta,
cerrando el saco y dejando atrapadas a las perdices. Luego se echó el
saco al hombro y se dirigió al palacio para entregárselas al rey.
Cuando se presentó ante el rey le dijo: –
“Mi rey, el Marqués de Carabás le envía este obsequio. (Este fue el
nombre que se le ocurrió darle a su amo)”. El rey complacido aceptó
aquella oferta y le pidió que le agradeciera a su señor. Pasaron los
días y el gato seguía mandándole regalos al rey, siempre de parte de su
amo.
Un día el gato se enteró de que el rey
iba a pasear con su hermosa hija cerca de la ribera del río y tuvo una
idea. Le dijo a su amo: – “Si me sigues la corriente podrás hacer una
fortuna, solo quítate la ropa y métete al río”. Así lo hizo el hijo del
molinero hasta que escuchó a su gato gritando: – “¡Socorro! ¡Auxilio!
¡Se ahoga el Marqués de Carabás! ¡Le han robado sus ropas!”.
El
rey atraído por los gritos se acercó a ver qué pasaba. Al ver que se
trataba del Marqués que tantos obsequios le había enviado, lo envolvió
en ropas delicadas y lo subió en su carruaje para que les acompañara en
el paseo.
El astuto gato se adelantó a la comitiva
real y se dirigió a las tierras de un temido ogro, donde se encontraban
trabajando unos campesinos. Los amenazó diciéndoles: – “Cuando el rey
pase por aquí y les pregunte de quién son estas tierras, deberán
responder que pertenecen al Marqués de Carabás, sino morirán”.
De esta manera cuando el rey cruzó con
su carruaje y preguntó a quién pertenecían aquellas tierras, todos los
campesinos contestaron: – “Son del señor Marqués de Carabás”.
El gato con botas que se sentía muy
complacido con su plan, se dirigió luego al castillo del ogro, pensando
en reclamarlo para su amo. Ya había escuchado todo lo que el ogro podía
hacer y lo mucho que le gustaba que lo adularan. Así que se anunció ante
él con el pretexto de haber viajado hasta allí para presentarle sus
respetos.
Cuando estuvo solo con el ogro, el gato
le dijo: – “Me han dicho que es capaz de convertirse en cualquier clase
de animal, como por ejemplo un elefante o un león”.
– “Es cierto”, – contestó el ogro muy halagado y se transformó de inmediato en un rugiente león para demostrarlo.
A lo que el gato contestó: –
“¡Sorprendente! ¡Ha sido increíble! Pero me impresionaría más si
pudieras transformarte en algo tan pequeñito como un ratón. Eso debe ser
imposible, incluso para un ogro tan poderoso como tú”.
El ogro ansioso por impresionar al gato,
se convirtió en un segundo en un diminuto ratón, pero apenas lo hizo el
gato se lanzó sobre él y se lo tragó de un bocado.
Fue así como el gato reclamó aquel
palacio y las tierras circundantes para el recién nombrado Marques de
Carabás, su joven amo. Allí recibió al rey, que impresionado ante el
lujo y la majestuosidad del castillo, le propuso de inmediato la mano de
su hija en matrimonio. El hijo del molinero aceptó y luego de que el
rey murió gobernó aquellas tierras, al lado de el gato con botas a quien
nombró primer ministro.
Versión :
Érase una vez un molinero que tenía tres
hijos, a los que quería por igual. Sin embargo, el molinero era muy
pobre y por eso cuando murió tan solo tenía para darles en herencia a
sus hijos el molino, un burro y un gato, en apariencia bastante común.
La repartición de los bienes, según la
voluntad del fallecido, sería atendiendo a la edad de sus muchachos.
Así, el molino correspondió al primogénito, el burro al hijo del medio, y
el gato al más pequeño.
Apenas estuvo hecha la repartición, este
último pensó que había sido el más desgraciado. Sus hermanos podrían
trabajar mancomunadamente y aprovechar sus fuerzas para acumular algo de
riqueza, algo que el padre, aunque muy bueno, no había podido lograr
por su tozudez y viejos hábitos.
En cambio él, con un simple gato, nada
podría hacer para ganarse la vida.
Al tanto de los pensamientos de su nuevo
amo, el gato, para nada un felino doméstico común, lo sorprendió al
hablar cual si fuera una persona y le dijo:
-No lamentes en vano, pues ciertamente
de los tres eres el que ha salido mejor parado. Para demostrártelo y
consolidar tu fortuna solo necesito que me consigas un par de botas y un
saco.
Sorprendido, el muchacho le buscó al
gato lo que este demandaba. Siempre había sabido que el gato era muy
astuto por su comportamiento extraño en comparación con otros animales,
pero nunca había imaginado que pudiese hablar, y mucho menos coordinar
acciones para un plan como el que al parecer tenía ideado.
Así, el gato tomó sus botas y se las encasquetó y saco en ristre salió hacia el bosque.
Una vez llegó allí llenó el saco con hierba y trampas para animales y se tiró en el suelo, simulando estar muerto.
A los pocos minutos varios conejos se
acercaron al saco y al intentar comer de la hierba que contenía,
quedaron atrapados en las trampas.
Contento por el triunfo de su ardid, el
gato con botas recogió el saco con los conejos y fue al palacio real,
donde pidió hablar con el rey para entregarle un presente de su amo.
Los guardias lo dejaron entrar y, ya frente al monarca, el gato exclamó:
-Su Majestad, permítame entregarle este obsequio resultante de su habilidad para cazar, de mi amo el Marqués de Carabás.
El rey nunca había oído hablar de tal
noble, pero los conejos tenían tan buena carne, que enseguida pensó que
se trataba de un muy buen cazador y gustoso aceptó el regalo.
-Gracias por este presente, gato –dijo
el rey-. Asegúrate que tu amo reciba mi gratitud y dile que es
bienvenido en nuestra corte.
El gato desbordaba de júbilo y
rápidamente fue a poner al tanto a su dueño, incapaz de comprender la
estrategia de su felino. Este le pidió que lo dejara actuar, que llegado
el momento comprendería de qué iba todo.
…
El día después de haber cazado los
conejos y regalárselos al monarca, el gato repitió su operación. Esa
vez, la presa fueron dos perdices y a cambio recibió una propina del
rey, que vino muy bien al joven que heredó tan astuto gato con botas.
El tiempo fue pasando y por varios meses
el gato llevó el resultado de su caza al rey, que siempre le daba algo a
cambio y le manifestaba su interés por conocer al Marqués que tantos
detalles tenía con él.
Pero resulta que un día las condiciones
que el singular felino requería para pasar a la siguiente etapa de su
plan se materializaron.
El rey salió en su carruaje junto a su hija, la bella princesa de la comarca, a dar un paseo por la ribera del río.
Enterado de esto, el gato instó a su amo
a meterse en el río en paños menores y le pidió que lo dejase actuar y
solo le siguiese el rollo.
El joven hizo tal cual le pidió el gato
sin cuestionarse nada. En definitiva, llevaba ya varios meses viviendo
del dinero que su astuto compañero animal le llevaba cada día.
Cuando el carruaje pasó por las cercanías del sitio exacto en el que el joven se bañaba, el gato comenzó a gritar:
-Auxilio, auxilio! Unos ladrones han
asaltado a mi amo y se han llevado su ropa. Por eso está en el río,
avergonzado y sin poder salir.
Apenas lo escuchó el rey mandó a detener
su caravana. Había reconocido al gato y preocupado por la suerte del
noble Marqués de Carabás, le pidió al gato que le contase la historia
con lujo de detalles.
Así lo hizo el gato y ganó la solidaridad del monarca, que ordenó dar ropas lujosas al Marqués, para que pudiera salir del agua.
Cuando esto estuvo hecho el rey trabó
inmediata confianza con el supuesto noble que había estado regalándole
el resultado de su habilidad para la caza durante meses.
El joven hijo de un pobre molinero había
ganado en astucia desde el momento en que heredó a su gato con botas,
razón por la que comprendió de inmediato el sentido de todo lo que había
estado haciendo su suerte de mascota.
De esta forma, aceptó la invitación del rey a acompañarlo a él y su hija en el carruaje, durante el resto del paseo.
…
A medida que avanzaba, la caravana real
se encontraba a su paso a productores de heno, trigo y otros cultivos de
gran demanda en el palacio.
El rey siempre ordenaba detener el paso
de su carruaje para interactuar con los trabajadores y preguntarles para
quién trabajaban y de quién eran las tierras en la que lo hacían.
Estos, a los que oportunamente el gato
con botas, que iba al frente de la caravana, les había alertado lo que
debían decir para supuestamente no morir, respondía al monarca que eran
trabajadores del famoso Marqués de Carabás, dueño y señor de las tierras
por las que el monarca transitaba ahora mismo.
Mientras esto pasaba, en la cabeza del
rey iba cobrando cada vez más forma una idea. El joven Marqués era el
pretendiente ideal para su hija, la que al parecer estaba encantada con
el joven tanto como él lo estaba con ella.
Unos kilómetros más adelante de donde
habían visto al último productor de trigo, los nobles se encontraron con
un fabuloso castillo, que competía en belleza y esplendor con el
palacio real.
Pero sucede que unos minutos antes de
que la caravana llegase, el astuto gato, que se había adelantado aún
más, había tomado cartas en el asunto.
Ese castillo, el cual conocía muy bien, era propiedad de un horrendo ogro.
El gato conocía que esta criatura tenía la extraña habilidad de convertirse en animal.
Por ello, cuando llegó al castillo y lo vio, le increpó:
-¿Es cierto que tienes la habilidad de convertirte en cualquier animal?
-Por supuesto que sí -le dijo el ogro, al tiempo que se convertía en un león.
Sin dejarse amilanar ante la impresión y
el temor que le causaba el llamado rey de la selva, el gato con botas
agregó a la conversación:
-¿Pero acaso serás capaz de transformarte también en animales más pequeños?
-¿Por quién me tomas? Claro que sí –exclamó orgulloso el ogro, mientras se convertía en un ratón.
Esta era la oportunidad que el gato
esperaba. Apenas vio al roedor le fue encima y se lo tragó de golpe, de
forma que el castillo quedaba sin amo.
…
Así, cuando la caravana real llegó, la recibió y con mucha solemnidad dijo:
-Bienvenido Su Majestad y bella princesa
al castillo de mi amo el Marqués de Carabás. Pueden disponer de sus
terrenos como gusten para descansar y volver cada vez que les apetezca.
Esto era lo que necesitaba oír el rey
para tomar su decisión. El joven, guapo y rico Marqués de Carabás era
sin dudas el candidato perfecto para desposar a la princesa y sucederlo
en el trono.
Y exactamente así fue al cabo de pocos
meses. El joven vivió feliz para siempre con su bella y adorada esposa,
orgulloso de haber heredado a un astuto gato con botas que lo convirtió
en rey.
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