Cuentos escritos por niños de diferentes países.
Rebelión
en los cuentos(Argentina)
…
y el león se cansó de ser rey
… y las brujas se aburrieron de ser feas
… y las princesas odiaron los hechizos
… y los sapos a los principes…
… y entonces decidieron reunirse, todos los personajes de los cuentos,
como una protesta por sus dramáticos destinos (aunque casi todos
tenían final feliz).
- "Yo me estoy perdiendo los mejores años de mi vida durmiendo
por esperar que el principe se digne a besarme" - dijo la Bella Durmiente.
- "Yo, aunque tomo sol, nunca estoy tostada y… siempre sigo
blanca como la nieve" - dijo la tradicional Blancanieves
- "y eso que uso protector solar" - agregó, mientras
comía una manzana.
- "Y yo… siempre soy el narigón, mentiroso y… de
madera en cada relato" - exclamó Pinocho ofuscado.
Todos, muy enojados, hablaron con los Señores autores.
Como no lograron ponerse de acuerdo, los personajes de los cuentos organizaron
un paro general con movilización y todo. La marcha fue multitudinaria;
la presidían los tres canchitos, y contaban con famosos personajes
como el "Gato" que lucía botas nuevas, el "Patito"
que fue a un Instituto de Belleza y estaba lindísimo y "la
Cenicienta" hermosa, en su carroza.
Aunque se demoró en la peluquería, Ricitos de Oro se apuró
y llegó a este encuentro. Incluso los personajes de los dibujos
animados apoyaron esta medida de fuerza. El Sr. Pedro y su esposa la Sra.
Vilma Picapiedra, pasaron a buscar en "troncomovil" a la familia
Supersónica que no podía faltar a esta importante cita.
Llegaron tarde Batman y Robin porque no lograban encontrar lugar para
estacionar el "batmovil". Y se plegaron, solidariamente, los
personajes de las canciones tradicionales como: "La Farolera"
que se cansó de tropezar y tropezar; "El Elefante Trompita"
harto de recibir chas-chas en la colita; y "Manuelita" la tortuga,
que quería quedarse, enamoradísima junto a su tortugo en
Pehuajó. Yo no sé por qué¡¡.
Y
entonces ocurrió algo muy extraño. Las tranquilas mañanas
y la quietud de los larguísimos atardeceres contrastaron con las
ruidosas noches. Lo que sucedió fue que sin personajes, ya no había
cuentos, y sin ellos ya ningún chico pudo dormir. Los más
perjudicados fueron los padres, quienes desesperados apelaron a los métodos
tradicionales, como contar ovejitas. Esto no funcionó, ya que las
ovejas al enterarse, huyeron hacia la marcha.
¿Cómo se solucionó el problema? ¿Cómo
se arregló la situación? Por supuesto, los chicos, que son
grandes conciliadores, lograron lo que nadie podía: reconciliar
a los personajes con sus creadores, los autores. Desde ahora consultarán
y participarán ellos, los personajes, en el trazado de sus propios
destinos; como en la vida ¿no?
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El
sueño de Juanita (República Dominicana)
Juanita,
con apenas cuatro años de edad, era una niña muy precoz, madura para la
edad y con una inquietud manifiesta hacia el comportamiento de sus amiguitos
de juego, tanto de la casa como de su escuela, pues ella soñaba mucho.
Una noche de invierno, un
lunes, su mamá la notó muy extraña porque apenas quiso cenar, pidió le
echara la bendición y se quedó dormida de inmediato. Lo inusual de esta
conducta motivó a la mamá a vigilar su sueño, que realmente se manifestó
muy agitado, casi no podía estar quieta en la cama, con muchos sobresaltos
y movimientos de su cuerpo, como si estuviera en un lugar muy grande.
A la mañana siguiente, se
despertó muy temprano, se dirigió al comedor y después de tomar el desayuno,
Juanita empezó a conversar con su mamá como todos los días. La mamá le
preguntó: - ¿Cómo has dormido, hija? - ¡Ay mamá! ¡Soñé con mis amiguitos
y amiguitas del colegio! respondió Juanita. - ¡Anda, cuéntame! ¿Qué pasó
con ellos? - preguntó su mamá - Mira, mami, ¡No querían jugar conmigo,
ni dibujar y tampoco decían lo que querían hacer! ¡Siempre se esconden
y se van cuando los busco!
Fue tanta la expresión de
su rostro, agitado, ansioso y sus ojos brillaban como estrellitas luminosas,
que hicieron que su mamá le pidiera a los amiguitos y amiguitas de Juanita
que hablaran con ella para tranquilizarla.
La mamá de Juanita invitó
a los niños a la casa para una merienda, los llamó y les dijo: - ¡Niñas
y niños! Quiero pedirles que acepten a Juanita en su grupo como si fuera
una niña grande, manifestó la mamá. Es pequeña, pero sabe como integrarse
al grupo. Los niños recibieron la noticia con mucha alegría dando así
motivo para el segundo sueño de Juanita, el cual era que su mamá jugara
un día con ellos en el grupo.
Una tarde hicieron un programa
con muchas actividades para la semana, que consistía en que cada uno de
los niños y niñas iba a exponer lo que hacía desde que se levantaba en
la mañana hasta que se iba a la cama por la noche. Una parte del grupo
iba a hacer comentarios de lo que más les agradó, cuán interesante era
y lo bueno que sería incorporar más niños y niñas. Por otra parte, la
mamá de Juanita aclararía y orientaría lo que no quedara claro de los
relatos de cada uno de los niños y niñas y sus experiencias.
Pasado mucho tiempo, Juanita
seguía soñando y cuando ya contaba con seis añitos su gran deseo era ser
grande para convertirse en una profesora como la que estaba en su colegio.
Cada vez que Juanita deseaba realizar algo nuevo, lo soñaba cuando se
dormía.
Un día, Juanita dijo: - ¡Hoy
tengo que hablar con mis amiguitos! - Se reunió con ellos y les dijo:
- ¡Vamos a sembrar matas para que veamos como crecen! ¡Como mis sueños
y como nosotros! - ¿Qué vamos a sembrar, Juanita? -preguntaron todos al
mismo tiempo. - Bueno, muchas matas que nos den frutos y también sombra,
muchachos. Miren, aquí hay unas semillas de mango. Las sembraremos en
el patio de mi casa, dijo Juanita.
Así, todas las tardes iban
a regar con mucho entusiasmo las semillas y hablaban con ellas como les
recomendó la mamá de Juanita. Hasta que un buen día, ¡qué alegría! ¡qué
emoción sintió Juanita! Cuando fue a regar las matas, como de costumbre,
vio que la tierra se estaba cuarteando y abriendo y que una cabecita verde
pujaba por salir en busca de los rayos de sol.
Al día siguiente fue a avisar
a sus amiguitos y amiguitas sobre lo que estaba sucediendo con las semillas.
Cuando los niños llegaron a la casa, Juanita los llevó hasta el patio
donde estaban las maticas y gritó: - ¡Miren! ¡ocurrió un milagro! Es una
vida que comienza, dijo Juanita, ¡nació una mata!
Lo dijo con mucha satisfacción
y orgullo y luego se puso a imaginar cuantos años necesitarían para que
su mamá, sus amiguitos y amiguitas pudieran disfrutar de unos suculentos
mangos, manjar exquisito y típico de esta tierra Guayanesa.
Por las tardes continuaba
regando y atendiendo con amor la matica de mango y le hablaba, diciéndole:
"Debes crecer y dar hermosos frutos". La mata siguió creciendo y un día
Juanita y su mamá no salían de su asombro cuando vieron la cantidad de
mangos que comenzó a dar la mata que con tanto cariño había sembrado,
junto a su mamá y sus amiguitos y amiguitas.
Una noche, cuando Juanita
dormía, soñó que caminaba por las calles de la ciudad y a ratos miraba
hacía atrás por si alguien le seguía, tenía miedo de todo, encontrarse
con un policía, un conocido, un ladrón, se sentía mal, tenía hambre y
frío y a medida que caminaba no encontraba a su mamá a quien buscaba afanosamente
por las calles donde andaba.
Para saciar el hambre, llegó
a un restaurante y se ofreció para lavar platos a cambio de comida pero
como vieron que estaba sucia y harapienta se imaginaron que era una niña
ladrona y le dijeron de mala manera: - ¡No necesitamos a nadie! ¡váyase!
- ¡Debes irte antes de que llamemos a la policía! Juanita comenzó a gritar
y su mamá la oyó llorar y se acercó hasta su cuarto, se puso muy cerca
de la cama y pasó la mano por la frente de Juanita, diciendo con cariño:
- ¿Qué pasa mi niña? ¿Qué tienes? Aquí está tu mamá. Juanita que estaba
tan ansiosa en el sueño se despierta y dice: - Nada... nada... mamá, estaba
soñando pero, ya pasó. - Pero dime hija, cuéntame, estabas soñando. Juanita
empezó a contarle a su mamá como iba por una calle, hambrienta, sucia
y harapienta y tiritando de frío, preguntándose porque Papá Dios permitía
eso, porque no hacia nada para ayudarla.
Juanita dejó allí la conversación
con su mamá y se volvió a la cama. Cuando se quedó dormida, comenzó nuevamente
a soñar con la misma niña sucia y harapienta pero lo que menos esperaba
aquella noche era que en el sueño Dios le respondiera: - Ciertamente,
he hecho algo, Juanita. Te he hecho a ti para que ayudes a otros. Juanita
despertó asustada, nuevamente comenzó a gritar llamando a su mamá. Su
mamá acudió presurosa y se sentó a su lado, intentando clamarla y a decirle
que lo que había sucedido era solo un sueño. - Nosotros necesitamos formar
personas que no sólo se conmuevan ante la realidad que vivimos, es decir,
que no sólo se preocupen por la injusticia y la miseria, sino que puedan
buscar soluciones a muchos problemas, dijo Juanita.
Así entendió juanita todos
sus sueños anteriores, a pesar de la corta edad que tenía y pudo explicarle
a sus amiguitos y amiguitas lo que pasaba.
Al cabo de mucho tiempo,
Juanita comenzó a estudiar lo que tanto había soñado y deseado que era
ser una gran Maestra y poder enseñar todo lo que había aprendido durante
sus sueños, pues tenía la visión de un futuro muy grande, al lado de sus
seres queridos.
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El dragoncito(Uruguay)
Preparaban la masa y el dragoncito lanzaba una elegante flama que lentamente envolvía y cocinaba al pastel, despidiendo un olor que despertaba el "hambre de pastel".
El dragoncito tenía muchos amigos pequeñitos como él. Pero su mejor amiga, era la hormiga. Con ella pasaba horas jugando sin sentirlo. Les encantaba hacer casitas y ciudades con bloques.
Un día, se reunieron en el cuarto del dragoncito, juntando los juguetes y piezas de los dos. Habían decidido hacer una casa muy grandota, que tuviera cuartos y puertas.
Se pasaron muuuuuucho rato, hasta se les olvidó comer, y creo que hasta de dormir, de lo divertidos que estaban. Les quedó una casa muy linda y bien construida, hasta se podían meter. Estaban muy contentos.
De repente, el dragoncito se resbaló, se le atoró la cola en los bloques y tiró unas piezas. Entonces: ¡PACATELAS! se empezó a caer todo.
Era un tiradero horrible y sin control. El dragoncito y la hormiga trataban de detener a las piezas con antenas, patas, cola. . . Pero no pudieron. Al ratito, el cuarto era un reguero de piezas sin orden, y el gusto y orgullo que habían sentido al ver su casa, se transformó en enojo.
El dragoncito estaba furioso. ¡Ahhhhhhhhh! gritó desesperado y de su boca salió fuego sin control, que fue alcanzando a todas las piezas regadas en el cuarto, así como a todos los demás juguetes.
El dragoncito estaba tan furioso que no se daba cuenta y seguía escupiendo, con el estómago, todo su fuego que salía en llamas muy grandotas.
Después de un gran rato, el cuarto era una cueva de cenizas.
Fue entonces que el dragoncito se dio cuenta de lo que había hecho....
Todos los juguetes estaban quemados....
- "Hormiguita, ¿Ya viste lo que pasó?"- y la hormiguita no contestó.
Junto al dragoncito, había una patita de hormiga chamuscada que todavía brincaba con cierto movimiento reflejo.
-"¡Oh nooooo! También quemé a mi amiga la hormiguita, junto con los juguetes. ¡Qué tristeza!"- se decía a sí mismo el dragoncito - "Y ahora ¿qué voy a hacer?"- se preguntaba deprimido.
Así, pasó varios días hundido en un agujerito gris de pura tristeza.
- "¿Por qué cuando me enojo, no puedo controlar el fuego que sale por mi boca y destruyo aún a las cosas que más quiero? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Necesito ayuda"- se dijo, y pensó en ir a buscar al Mago Macoloco, el shamán de la región.
Amarró sus cosas en un pañuelo y las colgó a un palito y se fue a casa de Macoloco.
Después de varios días de caminar, llegó con él. Todavía lloró y lloró y le dijo:
- "¡Ayy Magooo, tengo un problema y necesito ayuda!".
- "¿Qué te pasa dragoncito?"
-"Te voy a contar: Fíjate que tengo muchos amigos y muchos juguetes...."
-"¡Ay dragoncito, tener amigos y juguetes no es problema".
-"¡Nooo mago! Ese no es mi problema... Me junté con mi mejor amiga la hormiga e hicimos una casa muy linda, nos podíamos meter en ella......."
-"¡Ay dragoncito, tú si que no deberías de quejarte, ya quisieran otros niños tener una amiga hormiga y hacer casitas..."
-"¡NOOOOOOOO, ESE NO ES MI PROBLEMA, DÉJAME ACABAR..."
¡ AHHHHH! salió lumbre sin control de la boca del dragoncito, que le quemó el faldón al mago.
El pobre tuvo que brincar por todo el salón , golpeando con la mano para apagarse la ropa.
-"¡Ya veo cuál es tu problema dragoncito:
que no controlas el fuego que sale por tu boca cuando te enojas!"
-"¡SIIIIIII!- dijo el dragoncito sollozando- y todo lo destruyo. Destruí mis juguetes, pero lo más triste, es que quemé a mi mejor amiga la hormiguita. ¡Buaaaaaaa! Me tienes que ayudar. Ya no me quiero enojar nunca, nunca".
-"Eso no es posible dragoncito".
-"Bueno, por lo menos, no quiero decir que estoy enojado".
-"No dragoncito, si tu enojo no lo dices, se vuelven lombrices......".
El dragoncito no entendió el dicho del mago, pero siguió escuchándolo con atención:
-"Hay un remedio muy peligroso. Es una moneda mágica que ayuda a cambiar lo que sientes en palabras.
Esta moneda la cuidan y vigilan los tres ogros más crueles y malvados del mundo.
Pienso que es muy difícil que la consigas y se las quites a los ogros, pero si de verdad quieres superar tu problema y recuperar a tu amiga, tienes que intentarlo.
Para llegar a la casa de los ogros malos, tienes que pasar por un bosque chiquititito; después un bosque con árboles de bombón y después un bosque con árboles de diamantes.
Cuando pases los tres bosques, ¡¡UUUUUUUY!!, vas a estar cerca de los ogros. Vas a ver esta planta horrible que te dibujo aquí, y eso quiere decir que estás cerquita".
Había en el dibujo, tres pies de hombre, que quieren decir, tres pasos de hombre, para llegar.
El dragoncito no pensó en los peligros y se dispuso a ir en busca de la moneda. Fascinado, primero se encontró con el bosque chiquitito.
Era como un bosque a su medida. Como era chiquito, todos los árboles, el pasto, las flores del mundo real le parecía enormes, y por primera vez estaba viendo árboles chiquitos, que le daban sombra. El dragón se echó bien feliz y el pasto le picaba suavecito en su piel, pues era como pelusita, a diferencia del pasto normal, que sentía como espadas verdes que le picaban la piel.
Olió las florecitas que le quedaban de buen tamaño a su nariz, y vio a las mariposas pequeñitas. Quién sabe cuántas horas pasó feliz sintiendo el aire húmedo, oliendo la yerba, tocando el pasto. Casi había olvidado en ese pequeño mundito su enorme misión.
Contento, pensó en seguir su camino cuando vio correr entre los árboles a una cola pachona, peluda que se antojaba acariciar y que se enredaba en los troncos de los árboles.
¡Era una ardilla!
-" ¡Hola ardilla! ¿Cómo estás?"
Como el dragoncito era tan sociable enseguida se hizo amigo de ella y le platicó toda su historia. La ardilla le dijo: "Yo te ayudo".
Los amigos siguieron caminando, cuando olieron muy rico a bombón dulce. El olorcito se metía por las narices sube y sube hasta la frente. Casi lo podían oler con la cabeza.
-" ¡MMMMM! qué rico huele"- y se les hacía agua la boca. Olía a bombones y el olor venía de todas partes.... Todavía no veían a los árboles de bombones y ya los podían adivinar...
En eso, aparece el primer árbol de bombones. Era como un árbol de frutas, pero en vez de tener, por ejemplo, manzanas, colgaban racimos de bombones rosas y blancos. El dragoncito lanzó una llamita controlada hacia un bombón y enseguida empezó a sacar un olorcito a bombón tostado y derretido por adentro.
La ardillita corrió a tomarlo, lo partió y de adentro salió una masita deliciosa.
¡Qué sabroso comieron los amigos!. Se les fue el día muy felices cuando, vieron a un murciélago colgado de cabeza y bien dormido, que empezaba a despertar bostezando, pues se acercaba la noche. Junto a él estaba el señor Tecolote, también despertando y moviendo su cabeza a un lado y al otro. Estos amigos duermen de día y despiertan de noche. Uno y otro, el Tecolote y el murciélago, decidieron ayudar al dragoncito.
Se encontraron también a una abeja zumbadora. "Zum, zum, zum…", la abejita se acercaba a las orejas de los amigos y luego corría lejos. Los amigos jugaban a perseguirla con los ojitos y a no perderla de vista.
Era bien rápida.
La abejita también decidió ayudar al dragoncito.
Siguieron su camino y vieron muchos rayos de luz que se disparaban para todos lados, como dibujando rayones en el aire y en el cielo.
-"¿De donde vienen esas luces?". Al seguir caminando se dieron cuenta de que estaban cerca del bosque de diamantes.
-"¡Qué bonito!".
Los amigos se quedaron mirando fascinados sin hablar. Era un bosque lleno de árboles, de cuyas ramas colgaban diamantes.
Los rayos del sol chocaban con los diamantes y se disparaban para todos lados.
Así, calladitos, se metían los rayos por los ojitos y hacían como cosquillas en el pecho.
El paisaje empezó ponerse medio feo, los árboles parecían secos y el sol apagadito. Empezó a soplar un viento tristón.
De pronto, el dragoncito reconoció la planta que estaba dibujada en el mapa del mago Macoloco. Le latió el corazón a toda velocidad. Ya estaban cerca.
Observó su mapa y miró la planta: los 3 pies dibujados y una calavera como signo de peligro.
Con miedo, pero decidido, se paró recargado en el árbol y caminó tres pasos: "uno, dos y tres".
Miró para un lado, y luego para el otro; no ocurría nada.
-" Yo creo que no conté bien"- se dijo, y regresó a la planta.
Se recargó en ella y volvió a caminar: " uno, dos y tres". Y no se veía nada.
-"¿Qué pasa? ¿Se habrá equivocado el mago?".
Todos los amigos se pusieron a pensar, y pensar, y pensar. Cuando el dragoncito volteó a ver sus pies.
Redonditos con unas pezuñas. No se parecían nada a los pies del mapa, que eran pies de hombre. Además sus pies son chiquitititititititos. Y los pies de un hombre son grandotes.
-"¡Claro! No bastan con tres pasitos. ¿Cuántos necesitaré?"- se preguntó.
Eran muchos pasitos de dragón por un pie de hombre.
Así animoso el dragón fue contando.
-"uno, dos, tres.............ochenta y ocho, ochenta y nueve y..........".
Al decir "noventa", se oyeron unas macabras carcajadotas: "JA JA JA".
Los amigos se pusieron a temblar de miedo, porque veían a tres ogros horrorosos, panzones, cochinos, que se comían un pastel arrancando pedazos con la mano haciendo muchas cochinadas.
Daba asco verlos comer. Masticaban con la boca abierta, y repetían haciendo unos ruidos horribles. Los ogros estaban reunidos en el concurso de maldades del día. Todos los días platicaban en la noche y hacían un concurso de cosas malas. A ver quién ganaba. Empezó el primer ogro narrando su horrible maldad.
-"Este pastel- decía-, era de un niño pobre que cumplía cuatro años"-estaban todos alegres alrededor del pastel-"el niño estaba feliz, a punto de soplarle cuando me lo robé".
-"¡Ah, no tiene mucho chiste!"- contestaron los otros.
-"Pues verán que sí lo tiene: cooperaron sus abuelitos, sus tíos, con poquito dinero porque eran pobres, y el niño puso unas moneditas de su alcancía. Era como un sueño para el niño tener ese pastel.....Y yo se lo quité. Es este que nos estamos comiendo".
-"¡Qué malo!"- pensaron los amigos.
-"Tu turno"- le dijeron al segundo ogro, hablando con la boca abierta llena de pastel que se revolvía entre las muelotas sucias.
-"Ah, pues yo creo que voy a ganar esta noche: fíjense que iba caminando una viejita, flaquitita, con mucho trabajo, recargándose en su bastón. A la orilla del camino, venía una carreta jalada por caballos por la bajada del pueblo y yo la aventé al camino para que la aplastara la carreta".
-"¡Ahhhhgggggg! ¡Qué super malo!". Las caras de los amigos al oír algo tan feo, se descompusieron como guantes arrugados e incrédulos de lo que oían. "¡Ja, ja, ja!"- dijeron los ogros-"Eso sí que estuvo horrible".
-"Es tu turno"- le dijeron al tercer ogro.
-"Pues lo mío sí que está horribilísimo: venía un niño en su cochecito y se cayó al suelo. Le salió mucha sangre de su rodilla. Se le veía hasta el hueso. Pues yo, cogí un limón y se lo exprimí en la herida para que le doliera más; luego, prendí un cerillo y le quemé alrededor y para terminar, cogí una piedra y le abrí más la herida".
Los amigos tenían los ojos abiertos. Se imaginaban cuánto le había dolido al niño y lo que sentiría al ver que un ogro horroroso le estuviera haciendo todas estas cosas feas.
Los amigos los vieron comer con asco de lo feo que comían y de las cosas que decían y se fijaron cómo acabaron bien dormidos, después de echarse unos sapotes horribles que sonaban por todos lados.
-"Son unos tragones y también dormilones. Les podemos tender una trampa para que coman y duerman, y mientras, nosotros robarnos la moneda mágica".
La ardilla saltó de donde estaba y se ofreció ir a buscar las manzanas más buenas y dulces.
-"Yo voy a traer la miel más dulce y buena del panal. Con ella las cubrimos y se les van a antojar más".
-"¡Ah!- dijo el dragoncito-, pues yo puedo hornear las manzanas con un fuego muy bajito, que vaya cociéndolas y cristalizando la miel. Va a oler como a pastel de manzana recién horneado".
-"¡Ah!- dijeron el murciélago y el Tecolote-, nosotros podemos rociar las manzanas de polvos dormilones con sabor a canela. Esto podrá ayudar a que los ogros pasen mucho rato sin dormir y que no nos cacen mientras nos robamos la moneda.
Desde la mañana, empezaron a trabajar. La ardilla trajo muchas manzanas. La abeja trajo una miel transparente, pegajosa, dulce, que hacía a todos soltar un poquito de saliva. "MMMMMM…..".
Pusieron las manzanas en una piedra lisa, las bañaron de miel y el dragoncito, con toda paciencia, se dispuso a echarles un fuego suave, muy parejito que las iba envolviendo y cocinando despacito durante muuuuuuuucho rato. Para terminar, los animalitos nocturnos, les echaron polvos dormilones. Las manzanas despedían un aroma delicioso, que iba caminando por el aire.
En eso, los ogros llegaron haciendo mucho ruido con sus carcajadas cuando olieron el aroma que despedían las manzanas. Sin pensar, empezaron a caminar siguiendo el caminito de olor. "Nff nfff, snnfff, snfff". Sus narices iban más adelante que su cuerpo. Los tres en fila, fueron caminando como hipnotizados hasta llegar al lugar en el que estaban las manzanas. Se las arrebataron y se las comieron de un bocado. Tenían una en una mano, escurriendo miel y otra en la otra.
-"¡Uff, qué asco!"- dijeron los amigos.
Los ogros se acabaron todas las manzanas, dejando un batidillo de miel.
-"Pues yo les voy a contar........¡ajuuuuuuuuuuuuuum!"- bostezó el primero. El segundo empezó a parpadear tratando de controlar el sueño y cayó como costal. El tercero, asombrado y luchando contra el sueño, quiso despertarlos, pero no tuvo fuerzas.
-"Bueno, mañana platicamooos"- y también cayó dormido.
El equipo del dragón y sus amigos, a toda velocidad se acercaron al cofre con la moneda; pegaron una carrera como nunca en su vida. Llegaron corriendo a la planta. Y entonces entraron en la tierra de los bosques.
-"¿Te acuerdas de cuáles eran?"- ¿Cuál se encontrarían primero?
Pues sí; primero se encontraron el bosque de diamantes. No se detuvieron a mirar el bello espectáculo de los diamantes brillando. Sentían con su imaginación los pasos pesados de los ogros que los perseguían.
Después pasaron por el bosque de bombones. Sintieron el olor de almidón y azúcar, pero con gran fuerza de voluntad y un poco de miedo, siguieron derechos. No comieron nadita.
Después vieron el bosque miniatura. El dragoncito cortó una flor para su amiga la hormiga y siguió su carrera. Sin aliento, llegó el grupo de amigos con el Mago Macoloco.
A lo mejor me preguntan: ¿y qué fue de los ogros?
¡Ah! Pues cuando despertaron y vieron que ya no estaba la moneda, se empezaron a enfurecer.
-"¡Tú fuiste el culpable, grandísimo tonto! Te quedaste dormido primero"- y un ogro le soltó un gran golpe al segundo.
-"¿Qué te pasa? Fuiste tú y encima tienes el descaro de pegarme"- y le dio un jalón de pelos que se quedó con un mechón. Se revolcaron y fueron a tumbar al tercero, quien le entró a la bronca sintiendo que los otros dos eran unos tontos, porque él había cuidado bien la moneda.
Por supuesto que se echaron la culpa y se pelearon hasta no quedar rastro de ellos. Dicen que pasaron días y noches en cruel pelea, hasta que murieron los tres.
En su tumba dice:
"Aquí yacen los 3 ogros más crueles de la historia".
-"¡Mago Macoloco, mago Macoloco! Aquí traemos la moneda".
El mago, asombradísimo, los hizo pasar y escuchó con mucha atención toda la historia.
-"¡Ay dragoncito, qué valiente!¡ qué orgulloso estoy de ti! Por un momento pensé que no lo conseguirías.
-"Bueno- dijo el dragón- la verdad es que me ayudaron mis amigos. Pero aquí estamos. Ahora sí, con esta moneda ya no me voy a enojar más".
-"No dragoncito, recuerda que te seguirás enojando. Pero en lugar de explotar y destruir todo, vas a decir tus enojos".
-"Mejor no los digo".
-"No, si no los dices, se vuelven lombrices".
-"Bueno, ¿y mi amiga? ¿La moneda mágica me va a devolver a mi amiga la hormiguita?"
-"Uno, dos y tres, te apestan los pies".
-"¿Quéeee?????- dijo el dragoncito extrañado- este mago si que está loco"- y se volteó a ver los pies.
-"¡Ah!". Estaba montado arriba de su amiga la hormiguita, como cuando jugaban al caballito. Había dicho eso el mago, para invitarlo a que viera para abajo.
-"¡Hormiga querida!"- Se abrazaron tan, tan, tan fuerte, que empezaron a rodar por todos lados como una pelotita. Hasta que fueron a parar a la pared, donde el dragoncito se dio un gran coco.
El mago le talló la moneda en la panza, en el pecho y en la boca. El dragoncito dijo: "Uf, qué feo pegarse........ duele....."- y abrió la boca creyendo que saldría un fuego loco. Pero no salió nada, más que palabras y, después de su asombro, muchas, muchas risas.
La moneda mágica había hecho su magia.
El dragoncito fue desde entonces el dragón más feliz del mundo, usando su fuego suavecito y platicando sus enojos y tristezas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado....
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El
niño y el ángel(Colombia)
En
un lugar muy lejano, donde todo sueño se hace realidad, llegaron los sueños
de un niño que aquí les voy a contar.
- ¡Mamá!, siéntate
a mi lado. Anoche tuve un lindo sueño que no puedo dejar de contar, escucha
mamá: quería descansar y descansar y de repente me sentí como si estuviera
flotando. Era una sensación fascinante, pues nunca antes lo había sentido.
Abrí lo ojos y comencé a ver a mi alrededor muchas nubes y varios caminos
y en cada uno había una puerta con un letrero el cual no alcanzaba a leer.
Me fui acercando,
mamá, sentí curiosidad, no sé que me pasaba pero algo me empujaba hacia
allá. Llegué a la primera
puerta y decidí tocar, me abrió una señora muy alta ¿y sábes como se llamaba
mamá?, Obediencia, entré, era un salón muy grande donde había muchas reglas
que tenía que cumplir, y así lo hice mamá, recordé todo lo que tú me dices,
fue hermoso. Salí y me encontré con la segunda puerta, angosta pero muy
segura Toqué dos veces, ¿adivina quién me abrió?. Una señora pequeñita
llamada: Responsabilidad, casi no la veo mamá, me tomó de la mano y me
enseñó un laberinto donde podía jugar y a la vez aprendía a ser responsable,
lo pasé divertido, pero me cansé un poco. Salí. Estaba la última puerta,
ésta me llamó mucho la atención por el color y por su decoración y aquí
si que sentí más curiosidad, pues nadie salió a recibirme, adelanté tres
pasos y en ese momento se encendieron muchas luces, era la familia Sinceridad
y cada miembro de la familia me decía frases lindas y sinceras y además
me entregaba cada uno un paquetico que contenía cariñitos y mucho amor,
y me dieron la misión de que los repartiera por todo el mundo ya que hace
falta vivir esto entre las personas, el afecto y mucho amor.
Al
salir de este cuarto sentí que un ángel me cogió de la mano y me dijo:
ven te mostraré quien creó todo lo que acabas de conocer. Caminé con inmensos
deseos de saber de qué se trataba, tenía susto mamá, finalmente llegamos
y nos detuvimos frente a una puerta gigantesca que tenía unas iniciales
que casi no podía leer. El ángel tocó un timbre y la puerta poco a poco
se fue abriendo, mi corazón latía y latía hasta que el ángel me dijo:
niño, mira quien está al frente tuyo. Miré y grité fuertemente: "MAMÁ
ERES TÚ", y tú me contestaste: -si hijo soy yo-. Y el ángel replicó: -es
ella la autora de todas las puertas que tocaste.- Nos abrazamos fuertemente
y en ese momento desperté y vi que mi sueño se hizo realidad. ¿Te das
cuenta mamá, por qué no puedo dejar de contar este sueño?
MORALEJA: resaltar
las enseñanzas de la madre y recordar las virtudes principales a educar
en la primera infancia.
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El
paseo al jardín de las nueces(Venezuela)
Pompón,
Mechón, Estrellita y Nubecita son cuatro ardillitas que viven en
un hermoso bosque muy cerca de un
jardín de nueces. Las cuatro ardillitas tienen sus casitas en un
mismo árbol que adorna el ambiente del bosque con colores que Dios
le dio con su gran paleta de artista; entre las ramas resaltan el marrón
y el amarillo, en sus hojas el verde con algunos tonos en naranja, mientras
que el rojo deja escapar sus tonos en los pequeños frutos silvestres.
Un día
Mechón, la ardillita más glotona dice a las otras: ¡tengo
hambre! ¿Que tal si vamos al jardín de nueces? Y todas dijeron
al mismo tiempo ¡Sí Vamos! Y se pusieron en marcha hacia el jardín
de nueces.
De pronto Pompón se
cayo cuando saltaba de una rama a otra, cuando oyeron el ruido se detuvieron,
para ver que le había pasado a Pompón, y él dijo:
- estoy bien la rama estaba
cerca del suelo.
Mechón
se puso a reír. Ja, ja, ja, ja, ja, - Pompón si no sabes
correr te puedes quedar.
Estrellita
le dijo a Mechón:
-Eso le puede
pasar a cualquiera, vio a Pompón y le dijo no hay apuro, si te
duele algo tranquilo, que ya llegaremos al jardín de nueces.
Nubecita
dijo:
- Si puedes
caminar vamos un pasito, otro pasito y otro pasito, ya casi llegamos.
- Mechón
dijo porque no lo dejamos aquí mejor así tendremos más
para comer.
- Nubecita
dijo somos amigos y los amigos están juntos para compartir las
buenas y las malas.
- Si era jugando
repuso Mechón.
- Además
yo puedo caminar. ¡Vamos! dijo Pompón.
Más
adelante en el camino, Estrellita piso una ramita seca que se partió
y junto con el sonido Crack se oyó un gran grito. Nubecita le pregunto,
¿qué te pasó?
- Me doble
una patita, pero fue más el susto porque mi corazoncito hace punkin,
punkin, punkin, punkin muy rápido, dijo Estrellita.
- Ja, ja, ja, ja, otra menos,
mejor nos regresamos, porque no voy a aguantar la risa con otra caída
dijo Mechón.
- Pompón le dijo: ¡eso
le puede pasar a cualquiera!.
-¿Estrellita puedes seguir?
Pregunto Nubecita.
- Si, ya me tranquilice.
Siguieron su camino, al rato
ya se veía el jardín de nueces y de pronto se oyó
un ruido muy fuerte, todos voltearon, era Mechón que había
caído y se había quedado atrapado en la corteza de un árbol.
Las tres ardillitas se acercaron
y rápidamente lo sacaron de la corteza, esta vez Mechón
no reía, sino que lloraba y sus amiguitos le preguntaron.
-Mechón ¿porque lloras?
¿Estas bien? ¿Te rompiste algo? Pregunto Estrellita.
- No, no, no, no me rompí
nada, lo que pasa es que ví, que yo me caí y todos me ayudaron,
nadie se burlo de mí y cuando les paso a ustedes yo me reí
y no ayude, perdónenme que no lovuelvo a hacer dijo Mechón
.
- ¿Puedes seguir o nos regresamos?
Pregunto Nubecita.
- Si puedo dijo Mechón
además ya estamos muy cerca y muero de hambre.
Corrieron hasta llegar al
jardín de nueces donde compartieron nueces y risas.
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Aprender
a compartir(México)
Sucedió
una vez, lo que a continuación te voy a contar. Escucha con atención.
A los niños
y niñas les gusta jugar con sus juguetes favoritos. En especial
a unos amigos que vivían en un barrio de la gran ciudad. Eran muy
unidos, una gran pandilla de cuates, que les gustaba divertirse y jugar
con sus juguetes preferidos.Ellos
eran: Carolina, Carlita, Jesús, Jorge, Raúl y Luisito.
A Carolina y
Carlita les gustaba jugar con las muñecas, las cambiaban de ropa,
de peinado e inventaban historias de amor donde el muñeco más
guapo era el galán.
Jesús
se entretenía jugando con su Nintendo, con las aventuras de Mario
Broos tratando de no perder ninguna vida y llegar al último nivel.
Jorge no podía
salir al parque sin su pelota de basquetbol y Raúl sin su patineta
con la cual hacía piruetas en el aire.
A Luisito, el
más pequeño de la pandilla, le encantaba jugar con sus carros
de control remoto.
Ellos no podían
salir a divertirse sin sus amigos inseparables: sus juguetes. Pero existía
un problema con esta pandilla de amigos... no se prestaban sus juguetes.
No querían que nadie más que ellos, sus propietarios, jugaran
con ellos. Si Luisito tomaba la patineta de Raúl, éste se
enojaba y le gritaba:
-¡Dámela!
¿Qué no sabes que la puedes romper?. ¡Juega con tus carritos, la
patineta es para niños grandes como yo!-Así que Luisito
se ponía a llorar.
¡Ah!, pero cuando
Carolina le pedía prestado un carro para jugar con sus muñecas,
le decía:
-¡Los carros
son juguetes de niños, no de niñas!
Lo que no se
imaginaban, era que no muy lejos de allí, en el País de
las Ilusiones, donde se fabrican los juguetes, el duende mayor, llamado
Igor, que era el encargado de la producción, los estaba observando
con su telescopio, y éste se puso muy triste porque no compartían
los juguetes, discutían en vez de jugar, peleaban y cada uno se
iba a su casa, enojados, terminando el tiempo de jugar.
-De nada sirve
que yo haga los juguetes con mucho amor para los niños, si éstos
no tienen buenos sentimientos, como lo es el compartir. Estoy muy cansado,
creo que me tomaré unas vacaciones, y me iré al país
de los sueños, a descansar un poco y olvidar mi tristeza.
Y así
fue, el duende Igor, se fue del País de las Ilusiones y dejó
la fábrica de juguetes encargada a los pequeños duendecillos
verdes, que eran muy traviesos y que no sabían cómo manejar
las máquinas. Cometían muchos errores, por ejemplo, si hacían
carros se les olvidaban las llantas; a las pelotas las hacían triangulares
y no rebotaban; a las muñecas les ponían los cabellos de
alambres, olvidando las piernas y los brazos.
Eso no era tan
grave como cuando hacían los muñecos de acción, en
especial, a los super héroes. A Batmán le cambiaban su cuerpo
por el de la Mujer Maravilla; a Superman, lo vestían con la máscara
del hombre Araña; a los dinosaurios los armaban con patas de chango
y boca de pez; a los caballitos los adornaban con jorobas de camellos
y trompas de elefantes.
Era un tremendo
lío en la fábrica. Por eso, cuando los juguetes pasaban
por el control de calidad de la mega computadora que los supervisaba,
ésta los devolvía y daba la orden de:-“Juguete
con desperfectos. Debe destruirse”- Por lo tanto, la fábrica
no producía ningún juguete. Pero eso no era todo el problema,
había algo peor... terrible... espantoso. Existía en la
fábrica un maleficio. Por cada juguete que la computadora destruía,
desaparecerían juguetes que los niños del mundo tuvieran
en su poder. Fue así
como empezaron a desaparecer, como por arte de magia. ¡Zaz! ¡cataplum
y el juguete se hacía invisible!
Como te has de
imaginar, a los amigos de la pandilla les sucedió también
el maleficio de los juguetes invisibles. Al primero que le pasó
fue a Jorge, que estando jugando básquetbol, lanzó su pelota
a la canasta y ... ¡desapareció!. Jorge la buscó por todos
lados pero no la encontró y muy triste se fue a su casa, y su mamá
lo regañó, creyendo que la había perdido.
Lo mismo le pasó
a Carolina y a Carlita con sus muñecas. A Jesús con su Nintendo,
cuando fue a buscarlo no lo encontró. Raúl buscó
hasta por debajo de la cama y de la alfombra su patineta y Luisito, hasta
los lentes de aumento de su papá se puso para buscar sus carros
de control remoto.
Así,
poco a poco, los juguetes se fueron extinguiendo, como los dinosaurios.
Quizás con los años, sólo los verían en fotografías
y en los museos. Los niños del mundo estaban tristes, porque ¿qué
iban a hacer ahora que no tenían juguetes?
La pandilla de
amigos, también empezó a preocuparse. Donde vivían,
los niños y las niñas se la pasaban encerrados en sus recámaras
y sólo veían televisión. Como eran vacaciones no
iban a la escuela, así que tenían mucho tiempo libre. Por
las mañanas la pandilla veía televisión, en las tardes
también y por las noches, se reunían en el club para comentar
lo que les pasaba.
En las primeras
semanas les agradó la idea de ver durante mucho tiempo la televisión,
pero ya se sabían hasta los comerciales de memoria y no les causaba
gracia ver los mismos programas. Sus ojos estaban irritados y les dolía
la cabeza, además estaban engordando de tanto comer golosinas frente
al televisor.
En una noche,
en la que se reunieron en su club, Carolina, la más inquieta de
todos, les dijo:
-Ya me aburrí
de tanto ver televisión, quiero volver a jugar con ustedes, debemos
de hacer algo.
-No podemos hacer
nada sin los juguetes, le contestó Jesús.
-Yo sin mi patineta
no me divierto- dijo Raúl.
-Extraño
mis carritos!- lloriqueo Luisito.
-Recuerdo cuando
encestaba la pelota en la canasta- dijo Jorge al momento de aventar un
papel al cesto de la basura.
-¡Ya sé!-
exclamó Carolina. Jorge, me has dado una idea genial.
-¿Qué
idea?- le preguntaron todos a coro.
-No es necesario
tener juguetes para jugar, podemos hacerlos con nuestra imaginación-,
comentó entusiasmada Carolina, al momento de dirigirse a cada uno
y les dijo:
-Jorge puedes
jugar al básquetbol construyendo bolas de papel y con un bote,
la canasta, en la que las arrojarías. En cambio, Jesús que
es bueno para dibujar, puede diseñar sus propias aventuras de Mario
Broos. Tú, Raúl, puedes hacer una patineta de madera, con
la ayuda de un adulto, pues me has dicho que te gusta mucho la carpintería.
Como Luisito es feliz jugando con tierra, que mejor que se imaginé
una gran autopista y la haga con piedritas, hojitas y todo lo que encuentre
a su lado, y los carritos puede construirlos con palitos de paleta. Y
nosotras Carlita, podemos hacer las muñecas de papel y los muebles
con corcholatas. ¡Ya ven que si podemos jugar si usamos nuestra imaginación!
-También
podemos jugar al bote pateado, a las escondidas, a los encantados, a la
peregrina, a brincar la cuerda- dijo Jorge emocionado.
Raúl se
puso muy serio. Los demás le preguntaron, si no le había
gustado la idea de hacer sus propios juguetes. A lo que Raúl les
contestó:
- De nada sirve
que hagamos nuestros propios juguetes, si no aprendemos a compartirlos.
Los verdaderos amigos saben dar y recibir, se prestan sus juguetes, confían
en los demás, se apoyan, no se burlan de otro porque éste
sea diferente, porque sea gordo o flaco, use lentes, esté moreno
o blanco. Los amigos sinceros se aceptan como son y se respetan. Nosotros
no compartíamos nuestros juguetes preferidos y eso no era bueno.
Propongo que entre todos, los construyamos, nos los prestemos y así
nos divertiremos más.
-Tienes razón,
de ahora en adelante compartiré mis juguetes con ustedes y ayudaré
a quien me lo pida- dijo Carolina.
-¡Si!, ¡Para
eso son los amigos!- gritó Luisito.
Y fue así
como la pandilla de amigos se abrazaron y valoraron la importancia de
la amistad. Como verás, muchos niños siguieron su ejemplo,
hicieron sus propios juguetes y juegos, y sobre todo, aprendieron que
era muy importante compartir, igual lo hicieron en la escuela, en la ciudad,
etc., difundiéndose esta grandísima idea.
De todo esto
se dio cuenta Igor, el duende mayor, que los había observado en
su telescopio. Comprendió que había juzgado mal a los
niños. Con gran alegría Igor volvió al País
de las Ilusiones y arregló los desperfectos de la fábrica
de juguetes y de la computadora. Enseñó a los duendecillos
verdes a cómo manejarla, para posteriormente poder tomarse un tiempo
para descansar y que los niños pudieran seguir disfrutando de sus
juguetes.
Con el tiempo
en la fábrica de juguetes la producción volvió a
la normalidad y se surtieron juguetes a todas las tiendas y jugueterías
del mundo, en el empaque se incluía una leyenda: “Este
producto debe compartirse para que de mejores resultados”.
Nuevamente los
juguetes que antes eran invisibles se hicieron visibles, ya los podían
ver, tocar y jugar con ellos los niños. Los papás y mamás
del mundo felices fueron a comprarles juguetes a su hijos, los niños
ahora organizaban su tiempo de mejor manera: A veces jugando con sus muñecos,
carros, pelotas, patinetas, Nintendos, y computadoras. Otras veces veían
televisión, y en muchas ocasiones jugaban con su imaginación,
creando sus propios juguetes y aventuras.
La idea de la
pandilla del barrio favoreció a muchos que no tenían juguetes,
pues comprendieron que para divertirse no necesariamente se debe de
comprar muchos juguetes, o que sean muy caros, o ver sólo televisión
o estar todo el día usando la computadora. Para jugar, sólo
basta ser niño y usar la imaginación. Lo que importa más
es el juego y no el juguete. Y sobre todo, comprendieron que los verdaderos
amigos comparten lo que tienen.
El mayor tesoro
que existe en nuestras vidas es la amistad.
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La
pizarra que habla,
juega y es tan divertida(España)
juega y es tan divertida(España)
Era
la primera vez que iba a clase. No tenía demasiado miedo, pero
aquella noche no pudo dormir demasiado. Estuvo pensando y pensando cómo
sería su primer día, así que mientras no podía
conciliar el sueño ideó una manera para que el tiempo pasara
lo más rápido posible.
José
Buenaventura creyó que lo más conveniente era imaginar cómo
sería el día siguiente, aquella primera jornada frente a
veinte chiquillos de entre cuatro y cinco años.
Éste
sería su primer contacto directo con estos niños. Cuando
él estudió le enseñaron y dieron muchos consejos
de cómo debería tratar a los futuros alumnos, pero la realidad
siempre se le hacía muy diferente.
En su cama soñaba
despierto que todos los niños se mostraban ilusionados con lo que
él enseñaba. Que lo hacía de modo agradable y que
nadie se le distraía. De esta manera imaginándoselo se quedó
dormido.
Al día
siguiente, el despertador sonó antes de lo habitual, había
que vestirse para la ocasión, por ello, la ropa bien planchada
descansaba sobre la silla junto a la cama. Aquel día no se hizo
el remolón, se levantó inmediatamente. Se dirigió
al cuarto de baño, se aseó y afeitó, luego desayunó
y se vistió. Hasta llegar al colegio sólo tuvo que caminar
unos diez minutos, que se le pasaron volando, pues estaba muy nervioso.
Una vez allí
saludó a sus nuevos compañeros, quienes se mostraron muy
contentos con su llegada. Entre ellos murmuraban: ¡pobre maestro!
En su clase no hay ni una simple pizarra.
José Buenaventura
llegó a su aula y saludó a los pequeños: "Hola
a todo el mundo". Pero éstos no le correspondieron. También
para ellos era el primer día y no sabían frente a quién
estaban y como podrían suceder las cosas. Sólo Norberto,
un chico pelirrojo bastante despierto preguntó: "Aquí
no hay pizarra". A lo que José Buenaventura respondió:
"Ésta gran pantalla será nuestra pizarra y con este
ordenador haremos todas las actividades".
Al parecer Norberto
no había quedado muy satisfecho con la contestación y volvió
a preguntar: "¿Y usted dónde se sentará?"
En esta ocasión, el maestro sonrió y dijo que él
siempre estaría de su lado. Al parecer la primera prueba con los
alumnos no había salido del todo mal. No obstante, para ello tuvo
que explicar lo que era una pizarra, pues creyó que la mayoría
de los niños nunca habían visto una de éstas. Seguidamente,
dijo algo sobre su nueva pizarra y por qué estaba enchufada a un
ordenador.
Una vez todos
se presentaron y mientras Norberto seguía haciendo preguntas de
las suyas, José Buenaventura encendió el ordenador y la
pantalla se iluminó. En principio resultó un poco fea pero,
de repente, comenzó a hacer ruidos, emitir palabras y hasta tenía
música. Había muchos colorines y luego aparecieron dibujitos
que se movían, que charlaban entre ellos, que hacían preguntas…que
invitaban a jugar.
Después
de aquello, los chicos fueron al patio, jugaron con el resto de los amigos,
corrieron y saltaron muchísimo. Otra vez en clase estuvieron trabajando
sobre actividades que el maestro les mandó.
Los días
fueron pasando y todos los alumnos estaban muy contentos con aquella nueva
pizarra que hablaba, invitaba a jugar y casi sin querer enseñaba
cosas muy bonitas. Cuando los pequeños se habían familiarizado
con aquella herramienta, también jugaban directamente con ella.
Todos disfrutaban mientras aprendían y José Buenaventura
cada día estaba más ilusionado pues veía cómo
todos participaban. Incluso Ramón, que tenía un problemita
en las manitas, para él había una bola de color azul con
la que podía jugar y hacer dibujos, o bien colorear en el ordenador.
Él traía
a la clase discos que colocaba en el ordenador y todo el mundo jugaba.
A veces, escribía algo y enseñaba juegos de otros países,
pensados para los niños de cualquier lugar del mundo. También
veían la televisión, sólo los programas infantiles
y, de vez en cuando, mostraba lugares muy lejanos.
Un día,
José Buenaventura dejó de venir al colegio. Nadie supo lo
que le sucedió, quizá nadie quiso preguntar qué le
había sucedido. Así que me pusieron en su lugar. Me extrañó
muchísimo, el primer día que fui, que en la clase no hubiese
pizarra, pero pronto me acostumbré. En la actualidad soy incapaz
de enseñar sin la ayuda del ordenador y aquella pizarra que habla,
juega y es tan divertida. ¡Ah! Lo había olvidado, José
Buenaventura está en la Universidad, un lugar donde enseña
a los mayores cosas sobre los niños y siempre que tengo alguna
duda, acudo a él.
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Los
Vecinos de la Casa Azul(Portugal)
Erase una vez,
una ciudad en la ladera de una montaña. Era
una ciudad pequeña, rodeada de jardines, con muchos árboles,
donde las aves solían construir sus nidos, volar de árbol
en árbol y piar peleando unos con otros.
En las noches calurosas de Verano, las familias acostumbraban a pasear y sentarse en los bancos de los jardines mientras los niños jugaban alegremente. Cerca de uno de esos jardines, había una casa azul con dos vecinos, el señor Zé Costica, que vivía en el bajo derecha y el señor Manuel Bicas, que vivía en el bajo izquierda. Al final de la tarde solían charlar desde sus ventanas y, permanecían horas y horas oyendo cantar a los pájaros que se posaban en los árboles del jardín que rodeaba la casa.
¡Pero... el tiempo pasó, y... he aquí que llegó el Otoño! Y con él llegaron los días grises, el viento frío, las noches cada vez más largas y la caída de las hojas que se llevó lejos a los pájaros de los jardines.
Durante algún tiempo, los vecinos, aún se miraban de vez en cuando desde sus ventanas, pero la marcha de los pájaros les fue dejando cada vez más tristes. El Señor Zé Costica tenía tanta nostalgia, tanta añoranza y vivía tan triste de no oír cantar a los pájaros que decidió comprarse una armónica y ponerse a tocarla para imitar su piar. Quedó tan animado con la idea, que se pasó todo el día tocando y no se dio cuanta de que la noche había caído.
En el bajo izquierda su vecino Manuel Bicas intentaba dormir, pero no lo conseguía. Irritado con el sonido que llegaba de la casa de al lado, comenzó a dar puñetazos en la pared.
El señor Zé Costica al oír los puñetazos en la pared, pensó que su vecino estaba encantado con el sonido de su armónica y animado continuó soplando cada vez con más fuerza. Tan pronto amaneció, el Señor Manuel Bicas fue a la tienda de música a comprar la mayor armónica que tuvieran y nada más entrar en casa empezó a soplar, a soplar con todas sus fuerzas. ¡Estaba decidido a no dejar dormir a su vecino!
Al oír la armónica del señor Manuel Bicas, el vecino Zé Costica arrugó el entrecejo en señal de desagrado, refunfuñó y salió de casa corriendo. Cuando volvió, traía consigo una caja de la que sacó un violín. Rápidamente y sin saber muy bien como tocarlo empezó inmediatamente, con movimientos descoordinados a tocar enloquecidamente. ¡Al otro lado, la respuesta no se hizo esperar. Las paredes de la casa temblaban al son de un violonchelo, que más parecía un serrucho de madera que lanzaba al aire sonidos inenarrables!
Durante algunas noches la desarmonía continuó. Cada noche se oían nuevos instrumentos. Clarinetes, tubas, tambores, platos, acordeones y flautas y cuando todos los instrumentos se agotaron en la tienda de música la vecindad se desesperaba sin saber lo que había que hacer para que el sosiego volviese.
El caso de los dos vecinos de la casa azul ya comenzaba a ser conocido en toda la ciudad y nadie encontraba la solución para que los dos volviesen a ser amigos.
Entonces, el Maestro Antonio que estaba de visita en la ciudad para dar un concierto, decidió pasarse por la calle de que todos hablaban... Su espanto fue tal al oír los sonidos que salían del bajo derecha y del bajo izquierda de la casa azul, que decidió hablar con los dos vecinos. Después de llamar muchas veces al timbre y de golpear fuertemente en las puertas el maestro por fin consiguió tener una conversación con los dos.
Esa noche, toda la vecindad consiguió dormir tranquilamente. ¿Qué habría ocurrido? ¿Se habría llevado el maestro todos los instrumentos? ¿Se habrían puesto enfermos los vecinos de tanto tocar? ¿Habrían finalmente hecho las paces? Algunos días después, un anuncio apareció por todas partes:
En las noches calurosas de Verano, las familias acostumbraban a pasear y sentarse en los bancos de los jardines mientras los niños jugaban alegremente. Cerca de uno de esos jardines, había una casa azul con dos vecinos, el señor Zé Costica, que vivía en el bajo derecha y el señor Manuel Bicas, que vivía en el bajo izquierda. Al final de la tarde solían charlar desde sus ventanas y, permanecían horas y horas oyendo cantar a los pájaros que se posaban en los árboles del jardín que rodeaba la casa.
¡Pero... el tiempo pasó, y... he aquí que llegó el Otoño! Y con él llegaron los días grises, el viento frío, las noches cada vez más largas y la caída de las hojas que se llevó lejos a los pájaros de los jardines.
Durante algún tiempo, los vecinos, aún se miraban de vez en cuando desde sus ventanas, pero la marcha de los pájaros les fue dejando cada vez más tristes. El Señor Zé Costica tenía tanta nostalgia, tanta añoranza y vivía tan triste de no oír cantar a los pájaros que decidió comprarse una armónica y ponerse a tocarla para imitar su piar. Quedó tan animado con la idea, que se pasó todo el día tocando y no se dio cuanta de que la noche había caído.
En el bajo izquierda su vecino Manuel Bicas intentaba dormir, pero no lo conseguía. Irritado con el sonido que llegaba de la casa de al lado, comenzó a dar puñetazos en la pared.
El señor Zé Costica al oír los puñetazos en la pared, pensó que su vecino estaba encantado con el sonido de su armónica y animado continuó soplando cada vez con más fuerza. Tan pronto amaneció, el Señor Manuel Bicas fue a la tienda de música a comprar la mayor armónica que tuvieran y nada más entrar en casa empezó a soplar, a soplar con todas sus fuerzas. ¡Estaba decidido a no dejar dormir a su vecino!
Al oír la armónica del señor Manuel Bicas, el vecino Zé Costica arrugó el entrecejo en señal de desagrado, refunfuñó y salió de casa corriendo. Cuando volvió, traía consigo una caja de la que sacó un violín. Rápidamente y sin saber muy bien como tocarlo empezó inmediatamente, con movimientos descoordinados a tocar enloquecidamente. ¡Al otro lado, la respuesta no se hizo esperar. Las paredes de la casa temblaban al son de un violonchelo, que más parecía un serrucho de madera que lanzaba al aire sonidos inenarrables!
Durante algunas noches la desarmonía continuó. Cada noche se oían nuevos instrumentos. Clarinetes, tubas, tambores, platos, acordeones y flautas y cuando todos los instrumentos se agotaron en la tienda de música la vecindad se desesperaba sin saber lo que había que hacer para que el sosiego volviese.
El caso de los dos vecinos de la casa azul ya comenzaba a ser conocido en toda la ciudad y nadie encontraba la solución para que los dos volviesen a ser amigos.
Entonces, el Maestro Antonio que estaba de visita en la ciudad para dar un concierto, decidió pasarse por la calle de que todos hablaban... Su espanto fue tal al oír los sonidos que salían del bajo derecha y del bajo izquierda de la casa azul, que decidió hablar con los dos vecinos. Después de llamar muchas veces al timbre y de golpear fuertemente en las puertas el maestro por fin consiguió tener una conversación con los dos.
Esa noche, toda la vecindad consiguió dormir tranquilamente. ¿Qué habría ocurrido? ¿Se habría llevado el maestro todos los instrumentos? ¿Se habrían puesto enfermos los vecinos de tanto tocar? ¿Habrían finalmente hecho las paces? Algunos días después, un anuncio apareció por todas partes:
"Se
invita a todos los interesados a tocar en la banda de música de
la ciudad
y a acudir al salón MUNICIPAL a las nueve de la noche.
No es necesario traer instrumentos".
y a acudir al salón MUNICIPAL a las nueve de la noche.
No es necesario traer instrumentos".
¡La curiosidad
era tanta que al principio de la tarde la gente comenzó a llegar
y, cuando dieron las nueve en el reloj de la torre ya podía verse
a lo largo de la calle una larga fila, jóvenes, gordos, delgados,
altos y bajos, todos querían entrar!
El Maestro Antonio comenzó por poner los instrumentos ordenados y afinados unos al lado de los otros, distribuyó a todos unas hojas con unos dibujos negros, redonditos, colgados en unas rayitas muy bien dibujaditas y, explicó como funcionaba aquello. En un rincón del salón Zé Costica y Manuel Bicas intercambiaban miraditas y sonrisitas de felicidad. La gente fue probando los instrumentos mientras el Maestro con su oído finísimo y preparado, lleno de semibreves, corcheas, fusas y semifusas iba colocando a la gente al lado de los instrumentos. Ya había amanecido cuando el maestro dio por terminada la tarea.
A partir de esa fecha, todas las tardes de Otoño, cuando las hojas caen y los pájaros parten hacía otros parajes, puede oírse en el jardín de la ciudad, muy cerca de la casa de Zé Costica y de Manuel Bicas, una banda de música que muy afinada hace compañía a todos los que la quieren oír... y, a veces, puede oírse aún a alguien contando la historia de una banda de música que nació del enfado de dos vecinos con nostalgia del cantar de los pájaros...
El Maestro Antonio comenzó por poner los instrumentos ordenados y afinados unos al lado de los otros, distribuyó a todos unas hojas con unos dibujos negros, redonditos, colgados en unas rayitas muy bien dibujaditas y, explicó como funcionaba aquello. En un rincón del salón Zé Costica y Manuel Bicas intercambiaban miraditas y sonrisitas de felicidad. La gente fue probando los instrumentos mientras el Maestro con su oído finísimo y preparado, lleno de semibreves, corcheas, fusas y semifusas iba colocando a la gente al lado de los instrumentos. Ya había amanecido cuando el maestro dio por terminada la tarea.
A partir de esa fecha, todas las tardes de Otoño, cuando las hojas caen y los pájaros parten hacía otros parajes, puede oírse en el jardín de la ciudad, muy cerca de la casa de Zé Costica y de Manuel Bicas, una banda de música que muy afinada hace compañía a todos los que la quieren oír... y, a veces, puede oírse aún a alguien contando la historia de una banda de música que nació del enfado de dos vecinos con nostalgia del cantar de los pájaros...
Y colorín,
colorado, este cuento se ha acabado.
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La
historia de don Casi(Japón)
Había
una vez en lo alto de un pueblo muy lejano, una casa muy grande y bonita.
La casa tenía enormes rejas de oro, y dentro un inmenso jardín
con una variedad inimaginable de flores, las flores más hermosas
y raras, las podíamos encontrar ahí.
En medio de ese esplendoroso
jardín había una fuente de la cual brotaba agua cristalina.
El dueño de esa casa tan grande, era un hombre al cual le gustaba
mandar y gritar; este hombre se llamaba Casimiro y todas las personas
que trabajaban para él le tenían mucho miedo. Las personas
lo llamaban respetuosamente "Don Casi".
Don Casi, no tenía
familia, ni amigos y siempre parecía estar enfadado, pues andaba
con el ceño fruncido. Un día, paseando por su jardín,
pasó cerca de la fuente y encontró a una niña bebiendo
agua. Al verla, Don Casi, empezó a gritar:
- "¡Oye niña!
¿Qué haces ahí bebiendo agua de mi fuente?".
A lo que la niña respondió:
-"Disculpe usted señor,
es que pasaba por aquí y no pude evitar acercarme al ver las hermosas
flores desde afuera, así que como la reja estaba abierta, entré
para contemplarlas, luego vi el agua saliendo de esta hermosa fuente y
como tenía un poco de sed me acerqué a beber un poco.
..." "¿Sí?
– respondió Don Casi- "No me importa si te gustaron mis flores
o si tenías sed, niña apestosa; lo único que quiero
es que te largues de aquí".
La niña al sentirse
insultada, solo le respondió :
- "Señor , tiene
usted la soberbia de un caballo y la lengua de un reptil" – Luego
de decirle esas palabras, salió del lugar.
Don Casi, siguió caminando
refunfuñando amargamente :
- "Niña tonta,
ya me arruinaste el paseo, será mejor que vaya a descansar".
– y así lo hizo – se dirigió a la casa y subió a
su habitación, se acostó en la cama y se quedó dormido.
A
la mañana siguiente, al despertar, Don Casi empezó a gritar
para que le traigan el desayuno; en eso se abrió la puerta y la
empleada al entrar a la habitación, tiró la bandeja con
el desayuno y empezó a gritar asustada; en eso llegaron las demás
personas que trabajaban para Don Casi y lo que vieron los horrorizó.
En la cama había un
animal con cabeza de caballo, cuerpo y lengua de serpiente ; todos trataron
de golpearlo y matarlo pero el extraño animal empezó a arrastrarse
y escapó. El extraño animal se arrastró y arrastró
tan rápido que no lograron alcanzarlo, hasta que cansado se detuvo
cerca de las orillas de un río, al acercarse a beber agua y ver
su reflejo empezó a gritar y llorar :
- "No puede ser...me
he convertido en una horrible criatura...Yo Casimiro...¿Y ahora qué
hago?
En eso el agua del río
empezó a elevarse y comenzó a hablarle:
- "Casimiro, Casimiro;
ayer una niña se acercó a beber agua y tú la insultaste,
ese es tu castigo por malvado".
Casimiro respondió:
- "Sí, lo recuerdo;
pero estoy arrepentido..."
El agua del río dijo:
-"Si estás arrepentido
busca una flor de siete colores, déjala en la plaza del pueblo
y promete que aprenderás a tratar bien a la gente, si lo haces
de todo corazón volverás a tener tu aspecto de antes, si
tu arrepentimiento no es real, te quedarás tal y como estás
ahora, ...¡Ah! pero tienes solo hasta el medio día de mañana".
Casimiro se apresuró
para ir en busca de la flor de siete colores, no sabía si esa flor
existía o no; las horas pasaban, ya había recorrido casi
todos los lugares donde había flores; pero le faltaba recorrer
un lugar: "Su jardín".
Se
dirigió a su jardín cuidando de no ser visto por la gente,
empezó a recorrer todo el lugar y cuando ya estaba perdiendo las
esperanzas vio la flor de siete colores, la sacó cuidadosamente
de la tierra cuidando de no dañar las raíces y se dirigió
al pueblo. El reloj del pueblo empezó a dar las once campanadas
y Casimiro aún no llegaba a la plaza. Las fuerzas casi empezaban
a abandonarlo hasta que llegó a la plaza y todas las personas que
estaban ahí empezaron a gritar y a correr muy asustadas.
El extraño animal (Don
Casi) empezó a hablar y dijo:
-"Por favor no se asusten,
no se vayan, soy Don Casi; me convertí en este horrible ser porque
traté mal a una niña y sé que a muchos de ustedes
también los he tratado mal; ahora estoy arrepentido, les pido que
me perdonen pues de ahora en adelante, prometo respetarlos y no ser un
viejo gruñón".
Al terminar de decir esas
palabras, cayó desmayado y lo que ocurrió asombró
más aún a las personas, ese extraño animal empezó
a transformarse hasta convertirse en Don Casi. Cuando despertó
Don Casi empezó a mirarse para ver si realmente había recobrado
su aspecto anterior y al darse cuenta de que así era, empezó
a saltar y a abrazar sonriente a todas las personas.
Desde ese día Don Casi
ya no fue el mismo; sonreía, trataba bien a las personas, abrió
las rejas de su casa para que todos pudiesen ver sus flores y beber agua
de su fuente.
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