Cuento,las dos ardillas.

                           Las dos ardillas
 
En un lejano bosque repleto de árboles vivían dos ardillas que eran muy amigas, la ardilla
roja y la ardilla gris.
La ardilla roja era muy trabajadora.
 Cuando llegaba el otoño se pasaba el día recogiendo frutos secos para llenar su despensa.
La ardilla gris, sin embargo, era muy holgazana. Mientras su amiga trabajaba recogiendo
frutos secos, ella se pasaba el día tumbada en el campo, disfrutando del paisaje, muy contenta de
no hacer nada.

Cuando al final del otoño tuvo la ardilla roja repleta su despensa de frutos secos, se preparó
a encerrarse en su casa, dispuesta a pasar el invierno tranquilamente.

Y llegaron los vientos y los fríos invernales. En el bosque era imposible estar. Todos los
animalitos se escondían en sus casas y comían los frutos secos que habían recogido en el otoño.
Eran días desastrosos para la ardilla gris, la ardilla holgazana, quien por no ser trabajadora
tenía la despensa vacía.
Una noche el bosque se llenó de nieve, los animalitos no podían encontrar comida fuera de
su casa. Ahora tendrían que alimentarse cada uno con o que hubieran recogido en el otoño.
¡Pobre ardilla gris! ¡Había sido tan holgazana! Ahora no tenía nada en su despensa y casi
se moría de hambre.

Un día la ardilla roja la vio venir medio muerta de hambre y frío, y llorando.
- Ardillita roja, amiga mía. ¡socórreme! Ya no puedo resistir más, me muero de hambre. Dame
algo de comer.
La ardilla roja era muy bondadosa y la dejó entrar en su casa.
- Pasa, pobrecita. Aquí encontrarás comida y calor durante todo el invierno. Lo qué yo guardé en
el otoño lo comeremos entre las dos.
- ¡Qué buena eres, querida compañera! - dijo emocionada la ardilla gris.
Pero como la comida estaba calculada para una ardilla sola, y no para dos, llegó un
momento en que se acabó y vinieron días de escasez y de hambre.
Pero ya empezaba a hacer bueno y salieron a trabajar.

¡A trabajar! Tanto la ardillita roja, que siempre había sido trabajadora, como la ardillita gris
que nunca había trabajado.
Y es que la ardillita roja había sido tan bondadosa que conmovió a la ardillita gris, y ésta le
prometió que ya nunca volvería a ser holgazana.

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